10:30 am

Alguna gente va y se hace espacio. Son esos que de corazón llegan y se plantan a escena, en la plena confianza de que el mundo ha estado esperándolos, o bien, de que tiene absoluto derecho a todo aquello que suponen que el mundo les ha negado o les posterga (seria su pensamiento mas preciso) y lo van a hacer valer, cueste lo que cueste, contra lo que sea.
Otros van por la vida en punta de pie, como pidiendo permiso, los tímidos, los intensos sufridores de vergüenza ajena, los inocentes, los modestos, los estigmatizados, y por ultimo, aquellos que no siendo nada de eso, simplemente nacimos con la inequívoca sensación de sabernos prescindibles.
Nosotros, los prescindibles, nos reconocemos en el acto y sin embargo, no es sencillo trasmitir por que, pero somos una cepa definida entre los demás solitarios. Por ejemplo, ahí, ese tipo, el del cementerio, solo y de pie, fumando a varios metros de la pompa fúnebre. La chica, la de pelo largo, que parece volver en si cada vez que sonríe, que suele andar con su walkman, o que tiene siempre 1984 para reconfortarse en que Winston es uno más, igual, quizás que ella.

Nosotros sabemos que si alguna importancia tiene nuestra vida, es una importancia factica: otro lo haría o no, si nosotros no estuviéramos.
Es notable lo que nos pasa con el amor. No es frecuente despertar amor en estas circunstancias, tal vez porque uno se comporta como si no tuviera un importante secreto o como si fuera natural a que uno no lo amen. Así que somos más de amar que ser amados.
A el le gusta sacar fotos, hablar, preconizar, tiene todo un paradigma sobre ello. Nunca deja bocado a mi favor para decir, simplemente habla, ni siquiera me mira. Va por la calle con su cámara, se enamora de-un-objeto-de-una-persona, entra en trance, y termina, he shot.. Se que su atención nunca va dirigida a mi, con la salvedad que sienta unas inmensas ganas de encontrar un receptor.
Aunque en una mañana, algo inexplicable: La luz del sol se proyecta desde el ángulo superior derecho y demorada por las plantas del baclón llega revelando suave cada pequeña cosa. Deteniéndose respetuosamente en la superficie de cada objeto que se ofrece en su hermetismo, honra el antiguo pacto con las sombras. Aparezco sola, cubierta por algo liviano y claro, el pelo oscuro y largo y mas turbulento que nunca, porque recién me despierto. Me río, sonrió, me ovillo, me envuelvo, desperezo, me descubro, estoy blanda, permeable, expansiva.
Un solo movimiento de su dedo sobre el gatillo me detiene plagada sobre mi propio cuerpo, sonriente, en el gesto de descubrir mi rostro del flequillo que cae de costado. Soy en la mirada que quiso para siempre en ese instante. Cautiva del ojo invisible detrás de la cámara.
Vivir para dispersarme una mañana de sol, morir la muerte más blanca, al más tenue disparo de esa mirada que no aparece en esa foto que no existe, que solamente deseo, que simplemente seria, un día perfecto, llevado a la inmortalidad…



(En este espacio iría una fotografía a color tamaño mediano)